Aunque la prioridad es reducirlos al máximo, los residuos domésticos que inevitablemente generamos, deben ser gestionados correctamente mediante actividades como el compostaje doméstico o comunitario, la recogida separada y su posterior tratamiento biológico sin que se produzcan mezclas con otros.

El ciclo se completa transformando la materia orgánica generada en compost, que podrá ser aplicado de nuevo en el suelo como abono o enmienda orgánica en las tareas agrícolas o de jardinería.

Una premisa en los diseños de los modelos de gestión de este flujo, es priorizar que este proceso se dé localmente, o bien, en áreas próximas a los centros generadores de residuos orgánicos, en coherencia con unos principios de autosuficiencia y proximidad.