Residuos orgánicos los ha habido siempre a lo largo de la historia y, o bien era la propia naturaleza los que los absorbía, o bien servían de alimento a los animales. Pero el aumento de la cantidad generada, nos está provocando cada vez más problemas de salud y para la sostenibilidad del planeta.
Por eso la prevención de la producción de biorresiduos es prioritaria, pero una vez generados, su recogida separada es un requisito previo imprescindible para su adecuado reciclaje y, por tanto, para darles una segunda vida en la producción de compost de calidad y otros posibles usos.
Todo ello, además de la mejora general en la gestión de residuos, comporta otros muchos beneficios sociales, ambientales y económicos:
Reciclando correctamente los residuos orgánicos, podemos producir un compost de alta calidad con el fin de erradicar, o reducir al máximo, el uso de fertilizantes químicos en la agricultura y aportar importantes nutrientes para la tierra.
La adopción de buenas prácticas agrícolas, como el uso de compost orgánico, y un adecuado modelo de gestión del suelo, contribuyen a la captura de CO2 en los suelos, uno medio clave para mitigar el cambio climático al reducir las emisiones libres en la atmósfera.
Por la aplicación de un compost de calidad, especialmente necesario en el territorio español debido a la abundancia de suelos degradados y faltos de materia orgánica. De hecho, El estudio del contenido porcentual del Carbono Orgánico en el Suelo (COS) a nivel nacional, muestra que 44 provincias, un 88% del total, están en riesgo de pérdidas importantes en la calidad de sus suelos.
Además de compost, otra forma de reaprovechamiento de la materia orgánica es su transformación en biogás para ser usado como biocombustible en la obtención de energía eléctrica.
En lugar de plantar soja para obtener bioetanol, lo que supone ampliar los campos de cultivo y mantener el uso de fertilizantes y pesticidas químicos que no hacen más que aumentar las emisiones, la generación de biogás procedente de los biorresiduos aporta una fuente de energía limpia que permitirá reducir el uso de energías más contaminantes.
Tanto de los que llegan directamente, como de los que provienen de los rechazos en las plantas de tratamiento. Con ello, bajan las emisiones de Gases de Efecto Invernadero que se generan en ellos, así como las necesidades de espacio en estas instalaciones.
Al separar los biorresiduos desde el origen, desciende el consumo energético y las emisiones producidas en la recogida y tratamiento de las otras fracciones de reciclaje especial. Y de paso, conseguimos incrementar la recuperación de materiales y las tasas de reciclado en su conjunto.
Conforme aumenta la sensibilización ciudadana en relación a la gestión de los residuos y a la protección del medio ambiente, el sector de la recogida y tratamiento está cada vez más en auge y cada vez requiere de nuevos perfiles laborales: desde la caracterización de residuos, evaluaciones medioambientales, control de calidad de los suelos, agentes de educación medioambiental, etc.
Actualmente, las tarifas para la recogida y tratamiento de residuos son muy altas debido al alto coste de los procesos de separación de residuos, en particular, de separar los biorresiduos de los residuos impropios. Por tanto, la separación de la materia orgánica en origen, contribuye a disminuir los costes que actualmente se repercuten al ciudadano en las tasas municipales de basura.
Tratando los residuos orgánicos en las plantas de reciclaje se evitan problemas de olores, así como las emisiones de gases y lixiviados propias de los vertederos e incineradoras, que acaban contaminando la atmósfera.
Reciclar bien nuestros biorresiduos conlleva una reducción de la contaminación que hoy pone en riesgo nuestra supervivencia. Por un lado, su transformación en compost nos permitirá aumentar la producción y oferta de alimentos ecológicos, lo que seguramente ayude a abaratar el precio para el consumidor, pudiendo optar por hábitos de alimentación más saludables.
Por otro, la materia orgánica está detrás de la generación de compuestos orgánicos tóxicos producidos durante su quema en las incineradoras (dioxinas y furanos especialmente) que pueden generar problemas de reproducción y desarrollo, afectar al sistema inmunitario, interferir con hormonas y, de ese modo, causar cáncer.
Como hemos visto, con el reciclaje de la fracción orgánica a través de su recogida en el contenedor marrón de biorresiduos, transformamos en beneficios lo que hoy en día es un verdadero problema para todos y todas.